Discípulo o consejero, tú decides
Hace tiempo escuche o leí en algún lugar un refrán que dice:
Muchos de nosotros queremos ayudar a Dios, pero siendo su consejero.
El refrán está escrito para aquellas personas que tienen la idea de ayudar a Dios, pero se olvidan de que debemos hacer su voluntad. Dios es omnisciente. Esto quiere decir, que todo lo conoce. A Él no se le escapa nada.
Esto se nos olvida. Y pretendemos darle directrices a Dios. ¡Cuántas veces nuestras oraciones se llenan con un “si, pero”! Queremos hacer esto o aquello por Dios, pero según nuestras condiciones. En otras palabras, queremos acomodar a Dios a nosotros, a nuestros caprichos.
Lo que nos pide Dios, la mayoría de las veces, no está acorde con lo que creemos que es mejor para nosotros. Por eso, hay que coger la cruz y seguirle; pues muchas veces lo que nos pide va en contra de lo que creemos necesitar, en contra de lo que entendemos es mejor para nosotros o en contra de nuestros gustos.
El discípulo de Jesús, es aquél que hace la voluntad de Dios aunque cueste. Por eso se llama cruz, porque cuesta.
La pregunta va dirigida a cada uno de nosotros: ¿quiéres ser discípulo o consejero?