La Revelación de Dios al hombre
Dios en su infinito amor, y viendo que el ser humano quedó dañado por medio del pecado de Adán y Eva, no dejó que nos quedáramos a la deriva. Al contrario, deseando que volviéramos a Él, fue poco a poco dándose a conocer.
Dios nos había creado con la capacidad de conocerle mediante la razón natural a través del mundo y del mismo ser humano. Pero el pecado dañó esa capacidad, no del todo, pero de manera parcial. Sin embargo, su darse a conocer no fue solamente conocerle que existe porque existe. Él quiso darnos a conocer también su propia esencia; es decir, su Amor para con los seres humanos.
A este darse Dios a conocer es lo que llamamos Revelación. La palabra revelación viene de la palabra revelar, que significa mostrarse, dejarse al descubierto. Mediante la Revelación, Dios se muestra tal cual es y se deja al descubierto para que nosotros lo encontrásemos.
La Revelación de Dios se lleva a cabo en dos tiempos: por medio del pueblo judío y por medio de Jesús, su Hijo.
En distintas maneras y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo (Hb 1, 1-2)
A través de la historia del pueblo judío, Dios va revelando su amor y su dedicación al hombre. Los invitó continuamente a participar de su comunión intima, a que tuvieran la esperanza de la salvación. Por ello, Dios hace alianzas con su pueblo; primero con Adán, luego con Noé. De allí la gran alianza con Abrahán y más tarde con el pueblo hebreo a través de Moisés. Luego, su alianza con los reyes David y Salomón. Pero el hombre siempre, y de su parte, rompía la alianza con Dios… Pero Dios, no se olvidaría de él.
Dios, por medio de Jesús, no solo hace una nueva alianza con el hombre. No solo se centra en el pueblo judío, sino que abre su Revelación a todos los hombres a través de su Iglesia, nuevo pueblo de Dios. Por medio de Jesús, Dios lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. (CIC 65)
Es esta nueva Revelación la que Jesús nos da a conocer al Padre; y por la cual, el Padre se da a conocer por el Hijo. Esta Revelación no termina con Jesús, sino que se prolonga por medio del Espíritu Santo. Es por ello que la Iglesia ha entendido siempre que la Revelación de Dios termina con la muerte del último apóstol. Por medio del Espíritu Santo en Pentecostés, los Apóstoles finalizaron y entendieron todo lo que Jesús les había enseñado.
Es a través de Cristo Jesús que conocemos al Padre. Es por medio del Espíritu Santo que conocemos en su totalidad la Revelación del Hijo. Sin Cristo y sin el Espíritu Santo en nosotros, no podemos conocer a Dios. La santidad es un conocer a Dios, un caminar hacia Él. Solo a través de Jesús y del Espíritu Santo podemos caminar hacia nuestra santificación.