Sin la oración no podemos llegar a ser santos
Sin la oración no podemos llegar a ser santos. La oración debe ser parte de nuestro caminar hacia la santidad. Debemos procurar encontrar ratos a solas para hablar con Dios Padre, con Dios Hijo, con Dios Espíritu Santo; es decir, con toda la Santísima Trinidad.
Cuando lleguemos al cielo, estaremos en todo momento junto a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Según San Juan, le veremos tal cual es, cara a cara. Esto no quiere decir que a Dios no le podamos tratar aquí en la tierra y que tengamos que esperar a llegar al cielo para tratarle. Al contrario, desde ahora podemos acercarnos a Dios por medio de la oración.
La oración a la que me refiero es a la oración mental. Oración por la cual ponemos todo nuestro ser, mente, emociones, e imaginación, y simplemente le hablamos a Dios. Dice Santa Teresa de Jesús que la oración es “tratar a solas con quien sabemos nos ama”.
A veces nos pasa que no sabemos de qué hablar en la oración. San Josemaría Escrivá nos dice que le debemos hablar “de El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias…, ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!” (Camino #91).
Hay muchos que no hacen oración porque no saben qué es. Sin embargo, hacer oración es fácil. Solo basta buscar ese rato a solas con Dios. Otros no se acercan a la oración por miedo. No miedo a Dios, sino miedo al cambio; es decir, a tener que cambiar de actitudes y de costumbres.
En la oración además de conocer a Dios, nos conocemos a nosotros mismos. En la oración se nos presenta cómo anda nuestra alma y se nos dice en qué debemos cambiar. Muchos temen a este cambio, pues sus almas están tan cerca del pecado que no pueden verse libres del mismo o si tomasen conciencia de ello, tendrían que hacer cambios drásticos en su vida. ¿Cuántas veces al abrir las cortinas de una habitación vemos el polvo, ya que entran los rayos del sol? El sol es Dios. La habitación es nuestra alma. Y el correr de las cortinas es la oración.
Cuando vemos la vida de los santos, vemos que siempre han hecho oración. La oración ha sido parte de sus vidas. Si queremos ser santos, no debemos temer a la oración. Dice San Josemaría Escrivá: “¿Santo, sin oración?… —No creo en esa santidad” (Camino #107).